Las distancias en el espacio son tan vastas que se usa lo más rápido del universo para medirlas: la luz. La velocidad de la luz es de 299,792,458 m/s, es decir, prácticamente 300 mil kilómetros por segundo.
Un segundo luz es la distancia que recorre la luz en un segundo: casi 300 millones de metros o, lo que es lo mismo, 300 mil kilómetros. Por lo tanto, un año luz es la distancia que recorre la luz en un año: 9.46 billones de kilómetros.
El año luz es una de las medidas estándar de distancia en astronomía.
Al utilizar telescopios para observar objetos en el espacio, en realidad estamos viendo al pasado.
Siempre estamos viendo “el pasado”. Debido a que la luz tiene una velocidad constante, toma un determinado tiempo que llegue a nuestros ojos. Por ejemplo, al vernos en un espejo, en realidad estamos viendo el reflejo de nosotros mismos millonésimas de segundo en el pasado. Esto aplica para todo (y todos) a nuestro alrededor, sin embargo, el efecto es más evidente cuanto más lejano está lo que observamos.
La luz del Sol, que está a 150 millones de kilómetros, tarda unos 8.3 minutos en llegar a la Tierra, mientras que la luz reflejada desde la Luna, tarda aproximadamente 1 segundo en llegar a nosotros.
Próxima Centauri, la estrella más cercana a nosotros (omitiendo al Sol), tarda 4.22 años en llegar a la Tierra. La estrella está, entonces, a 4.22 años luz, es decir, más de 40 billones de kilómetros. Esto quiere decir que vemos a Próxima Centauri tal como era hace 4.22 años, ya que es el tiempo que su luz tarda en llegar a la Tierra.
La estrella Deneb está a 1,800 años luz, lo que significa que la vemos como cuando gobernaba Roma el emperador Severo Alejandro (224 d.C.).
Además, las estrellas se agrupan y a estos grupos les llamamos galaxias. Andrómeda, nuestra galaxia vecina, está a 2.5 millones de años luz, es decir, que la vemos como era hace 2.5 millones de años. Por lo que, al ver galaxias más lejanas, estaríamos viendo más atrás en el tiempo.